Vivir en una casa rústica tiene una impronta romántica y nostálgica. Uno busca aquello que ha dejado de lado, como los veranos en el pueblo de los abuelos; o lo que siempre ha deseado tener, como podría ser vivir en un ambiente campestre, lejos de los ruidos y las prisas urbanas.
Se trata de vivir entre paredes de piedra y madera, con muebles de tamaño contundente, donde la luz llena todos los ambientes y en los que las habitaciones -por lo general- son de gran superficie.
Si la casa es nueva y fue reformada al estilo rústico, tendremos vivienda para muchos años. Ahora bien, si se trata de una casa antigua, cabe tener en cuenta las continuas necesidades de mantenimiento, y en condiciones climáticas que no siempre son las ideales.